dijous, d’octubre 06, 2011

INÚTILS





Aquells que han tingut a mà l’escarransida agenda cultural del mes d’Octubre hauran pogut observar que a Ca l’Arenas no hi ha prevista cap exposició i sols els dissabtes es mantenen les actuacions de caire educatiu per a la quitxalla. Si no fa pas massa el centre retallava la seva obertura al públic als caps de setmana , ara , i de manera del tot sorprenent , abandona fins i tot l’activitat expositiva.

A bon segur que l’excusa sona a fàcil. Que si no hi ha un duro, que com que no hi ha regidor ni director de l’IMAC no estem en condicions de fer res (?). Que si naps , que si cols, però el cert és que aquest tancament amb nocturnitat i traïdoria no té cap mena de raó de ser i és demostratiu d’una absoluta manca de tota mena de valors en el que pertoca a la gent del Museu.

Ca l’Arenas és el centre d’Art del Museu de Mataró i en ell hi té emmagatzemada tota la seva col·lecció. Una col·lecció que es manté invisible per a afeccionats i ciutadania en general. Una col·lecció amb peces certament valuoses i que hauria de ser mostrada per el gaudi general. I quin millor moment que aquest?.

Sense programació prevista , sense temporada preparada, a l’espera de les directrius del nous caps de cultura, no cal ser un lluminera per pensar que era fàcil proposar al que mana en Cultura ( actualment l’alcalde Mora) que en aquest impasse el Museu realitzaria exposicions del seu fons . Unes exposicions sense enganyoses brillantors de catàlegs , ni dssenys especial, cartells i plotters de tota mena. Simplement les obres , penjades amb cura i gràcia, i les corresponents carteles. Unes mostres que podien ser agrupades per raó d’estils, temps, temàtica , escola etc... Unes exposicions que a bon segur respondrien perfectament al tòpic de les tres “b” : bones , boniques i barates.

Però per dur terme això és necessari tenir ganes , ser seriós, professional, estimar l’art etc, etc .... adjectius difícil de col·locar en l’àmbit del Museu de Mataró i de Ca l’Arenas. Un edifici nascut de trascantó, manllevat als artistes de la ciutat que n’eren els seus destinataris per desig testamentari, i que amb poques temporades ha esdevingut un element mort i inútil, si és que en alguna ocasió ha gaudit d’una certa vida.

En ell pensava tot llegint el magnífic article de Vicente Verdú, avui a “El País”. Uns articles, els seus de cada dijous , que devoro amb plaer i que més d’una vegada ja he penjat en aquests post. Avui ho faig també.

EL EMBUTIDO DE LA DECADENCIA



El cese de actividades del gran Centro Niemeyer de Avilés, apenas seis meses después de su inauguración, es un elocuente síntoma de la enfermedad que va postrando una obra faraónica tras otra, desde la ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela al MUSAC y a tantísimos centros de arte, auditorios, universidades y ámbitos de cultura que han poblado España en los años de la prosperidad corrupta o de la corrupción estofada en la prosperidad.

En Teulada, un pueblo modesto de la provincia de Alicante, el famoso arquitecto Patxi Mangado ha diseñado un brillante auditorio sobre una colina a la que no sube casi nadie y cuyo programa de actividades tenía como estrella inminente a Lola Herrera. Y esto si es que llega a celebrarse la función, puesto que la función de estos centros no es que sean activamente culturales sino políticamente funcionales.

En toda España se han creado tal número de universidades en los últimos años que llegó un momento en que todas las poblaciones mayores de 50.000 habitantes, excepto Ponferrada, contaban con esa institución de enseñanza superior. Pero enseguida me escribió indignado el alcalde de Ponferrada para hacerme saber que en su ciudad no solo había un establecimiento universitario sino creo que dijo "tres".

En Santa Pola, un pueblo marinero que en invierno apenas rebasa los 12.000 habitantes, hubo una oferta electoral del candidato socialista consistente en la erección de un auditorio o palacio de congresos con asientos para unas 1.000 personas. Prácticamente el aforo modelo (1.000) con el que cada munícipe ha deseado magnificar el periodo de su mandato.

En Móstoles, en Alcobendas, en ciudades dormitorio alrededor de las capitales, se han alzado también potentes edificios destinados a la cultura, puesto que la cultura ha actuado como un sello del saber hacer, un signo de sensibilidad ciudadana y una golosina para el turismo o los medios de comunicación con fotos.

En Alcorcón, una ciudad dormitorio a unos 20 kilómetros del centro de Madrid, se proyectó y se ha construido parcialmente un complejo cultural que, expoliando un parque, se compone de un auditorio de 1.424 butacas, dos salas de exposiciones de 625 y 530 metros cuadrados, un área de congresos (1.500 metros cuadrados), un circo estable, hermoso como un cilindro de cristal, con 598 plazas y un conservatorio de música y danza con numerosas aulas donde destaca tanto su amplitud (2.400 metros cuadrados) como sus excelentes condiciones acústicas, según el folleto previo. A la vez, también se proyectaron algunas tiendas y una sorprendente "sala configurable" con gradas telescópicas adaptables a cualquier realización creadora.

De hecho, el centro adoptó el nombre de CREAA, sonoro acrónimo de Centro de Creación de las Artes de Alcorcón. ¿Resultado? Pasen y vean: una obra arrumbada y a medio construir que va deshaciéndose con el roedor paso de los días. Planchas que se descuelgan, materiales que se agrietan o se oxidan, moribundas herramientas de albañilería, millones de inversión improductiva que ni siquiera sirven como peana de futuro alguno. Efectivamente, la crisis ha derribado o malherido muchas obras pero ellas mismas son, como en Alcorcón, los zombis en donde se muñía la crisis.

Las cifras de los despilfarros y los hurtos, de los sobornos y las estafas suelen ser reveladores pero la visión de obras como las del CREAA espantan como criaturas malditas.

La creación, bandera de lo innovador, sinónimo de vida y creatividad, tiene hoy su contramonumento en Alcorcón, por ejemplo. Porque no hace falta que viajen a Madrid, a Santiago o a Avilés, una mirada alrededor en la propia localidad hace entender de qué modo la decadencia se embuchaba en la opulencia y la miseria en la delincuencia.